Los/as especialistas en sexualidad enviamos constantes mensajes sobre la necesidad de desgenitalizar las relaciones eróticas, es decir disminuir la importancia de la penetración y la estimulación de los genitales, para centrarse más en el bienestar, el disfrute del encuentro y el placer.
Somos conscientes de que el hecho de tener como objetivo primordial la penetración y el orgasmo, es fuente de muchos malestares, problemas y disfunciones.
Puesto que vivimos en un entorno cultural en el que continúa prevaleciendo el coito heterosexual como máxima expresión de las relaciones eróticas, y puesto que padecemos unas/os dirigentes que ignoran las necesidades de la población de tener una buena educación sexual para mejorar la salud sexual, el punto de partida para la mayoría de la población es el de “estar genitalizado/a”.
Y la verdad es que no resulta nada fácil cambiar este aspecto sin reflexionar y actuar directamente sobre ello.
Por eso quería hablar hoy de “La focalización Sensorial”.
La Focalización sensorial, es un proceso desarrollado en 1970 por Masters y Johnson para ayudar a ser conscientes de las sensaciones que aporta un encuentro erótico, dejando al margen los genitales y el orgasmo y usando como herramienta fundamental la caricia.
Es necesario un espacio, cómodo, agradable y sin interrupciones. Relajaos y durante las sesiones estad atentos/as a lo que captan vuestros sentidos: tacto, vista, olfato, gusto, oído.
Se proponen varias fases, y cada fase puede requerir varias sesiones para dominarla y disfrutar del encuentro.
En la primera, se trata de un ejercicio de exploración del cuerpo de la pareja, pero haciendo como que no existen los pechos, nalgas y genitales, y sin tener como objetivo excitarse.
Hay dos turnos, uno para explorar y otro para ser explorado/a, dedicando un mínimo de 20 minutos para cada una/o. En ambos casos hay que concentrarse en percibir todas las sensaciones, siendo conscientes y comunicando lo que gusta y lo que no. Es una buena práctica para conocerse y darse a conocer a la pareja. Además de no buscar la excitación, está prohibido entrar en contacto con vuestras zonas más erógenas, y por su puesto nada de penetración ni orgasmo.
Una vez que hemos explorado los cuerpos, que nos hemos sugerido caricias, que hemos indicado como nos gustan, podemos pasar a la siguiente fase. Se repite la experiencia, pero poco a poco se van incorporando también las zonas erógenas. Continuamos sin una intención clara de excitar ni excitarse. Solo percibiendo y compartiendo las sensaciones.
En la tercera fase se dedican los encuentros a interactuar simultáneamente con las caricias, besos y abrazos por todo el cuerpo. Estimulando a la pareja para que se excite, buscando la excitación propia, pero sin penetraciones y sin llegar al orgasmo.
En la fase siguiente, se repite la anterior, pero se puede tener orgasmo sin penetración.
En la quinta fase, cuando los niveles de excitación suban, se puede penetrar, pero debe ser con movimientos lentos y con suavidad y sin buscar el orgasmo durante la penetración. Probando posturas que faciliten el control y que no aceleren la excitación. Cuando se desee orgasmar, abandonar la penetración y continuar con otro tipo de estimulación.
Y para terminar, la fase de libertad de acción en la que la pareja decide qué normas poner y elige cómo disfrutar de su encuentro.
Aunque este proceso está pensado para superar algunas disfunciones sexuales, puede ser un juego muy interesante para cualquier pareja, porque ayuda a conocerse mejor, a crear intimidad y a descubrir nuevos aspectos de la vida erótica.
Fernando Alonso
Experto Universitario en Sexualidad Humana.
Máster en Promoción de la salud sexual.
Miembro de la AES www.aes-sexologia.com
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