Gracias a nuestra mente, tenemos la posibilidad de reproducir por medio de imágenes todo tipo de situaciones: algunas que hemos vivido u otras que deseamos vivir. Si estas imágenes producen excitación sexual les llamamos fantasías sexuales, o eróticas.
Si la actividad mental genera deseo, ahí tenemos una fantasía. Tienen carácter individual y el hecho de tenerlas no significa necesariamente que queramos realizarlas.
Las fantasías nos permiten deshacernos de los límites impuestos por nuestra propia conciencia, nuestra cultura y normas sociales. Y también en ellas podemos cambiar nuestra imagen.
Las fantasías nos permiten acercarnos a aquellos aspectos de la sexualidad que nos dan miedo o inseguridad.
La imaginación erótica se alimenta de una gran cantidad de sentimientos que están lejos de lo “correcto”: agresividad, lujuria, poder, venganza, egoísmo, celos…Si no podemos disfrutar de ellos en la vida real, podemos hacerlo en las fantasías..
Las fantasías sexuales pueden existir desde la infancia. Algunas pueden ser placenteras y otras pueden despertar sensaciones incómodas.
En la adolescencia las fantasías adquieren mayor importancia y hacen el papel de las primeras sensaciones en situaciones eróticas que puede ser que aún no se hayan vivido.
Las fantasías son algo natural y saludable en la sexualidad. Si jugamos con ellas, podemos evitar que aparezca pérdida de deseo en la relación.
Si aprendes a gestionar tus fantasías, puedes usarlas:
– Para aumentar la excitación en la masturbación.
– Para aumentar la excitación en tus encuentros íntimos con otras personas.
– Para evitar la monotonía en ambos casos anteriores.
Las fantasías pueden influir en tu vida sexual:
– Puedes usarlas para evitar la rutina.
– Te pueden ayudar a superar situaciones negativas.
– Te pueden ayudar a vencer ansiedades.
– Te pueden ayudar a generar autoconfianza y a aumentar tu placer.
Los sentimientos y gustos sexuales particulares de cada persona, pueden aparecer en las fantasías. En las fantasías todo está permitido y no hay que rendir cuentas ante nadie. Podemos dirigirlas, moldearlas y pararlas.
Podemos fantasear con escenas que ya ocurrieron y cambiar de ellas lo que elijamos o con escenas que no nos atrevemos a hacer ni a intentar conseguirlas.
Las preferencias, los gustos en las fantasías, pueden ser muy diferentes, o también muy parecidas a nuestros gustos reales.
Por si tu mente no está muy acostumbrada a jugar con las fantasías, aquí tienes algunos ejemplos. Pero tú busca las tuyas y disfruta de ellas:
– Actividades que nunca las harías realmente: juegos anales, lluvia dorada, masturbación mutua…
– Tener contacto erótico con desconocidos/as, o con personas que conocemos pero con las que no tenemos una relación directa.
– Ser obligadas/os a tener contacto íntimo con alguien.
– Participar en una sesión erótica en la que participen más de dos personas.
– Tener relaciones con una persona del mismo sexo.
– Juegos de poder y dominación.
Recuerda que tener una fantasía no quiere decir necesariamente que quieras hacerla realidad.
Fernando Alonso
Experto Universitario en Sexualidad Humana.
Master en Promoción de la salud sexual.
Miembro de la AES
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Trivial de sexualidad “Sexoguay”
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