Dice la leyenda que allá por el siglo III, a San Valentín lo mandó matar un 14 de febrero el gobernador romano Claudio II. Y lo hizo debido a que, el por entonces todavía sacerdote Valentín desobedeció la orden de celebrar matrimonios entre las/os jóvenes. La orden la había dado el mandatario porque pensaba que los casamientos entorpecían la labor de los soldados.
Con el paso de los siglos, la cultura popular ha fijado esa fecha para celebrar el día de las personas enamoradas. Y luego la sociedad consumista se ha encargado de convertir ese sentimiento tan intenso, tan especial y tan difícil de controlar, en una obligación de comprar algo y de suficiente valor para demostrar lo mucho que se ama.
Es cierto que se puede observar cierta confusión cuando se mete en el mismo saco el hecho de estar enamorada/o y el de formar parte de una pareja. Dos situaciones que no tienen mucho en común, de hecho lo más habitual es que las parejas de más de 8-10 meses hayan abandonado ese “estado de imbecilidad transitoria” (así lo definió muy acertadamente Ortega y Gasset”) y hayan empezado, o no, a construir el amor, que es un sentimiento más razonado, más estable y que requiere trabajo y dedicación.
Aclarado esto de que una cosa es estar enamorada/do y otra muy distinta amar a la pareja, me gustaría contar algunos cambios que produce el enamoramiento.
Aunque cada persona se enamora de manera diferente, es bastante común la necesidad constante de compartir espacio y tiempo con la persona amada, de no dejarle ir, de tocarle y besarle a todas horas. Se te inyecta en el cuerpo un cóctel de hormonas que hace que tengas las emociones al 100%, y te obligan a focalizar todos tus pensamientos sobre tu amada/o, pasando el resto del mundo a un segundo o tercer plano. Sientes que estás flotando en una nube permanente desde la que solamente puedes divisar los aspectos positivos de esa persona que ocupa todos los rincones de tu cerebro.
El enamoramiento, es un estado de bienestar y felicidad, hay quien dice que parecido a la locura, que te aleja de la realidad.
Pero aunque nadie abandonaría algo así, el paso del tiempo te acerca a la cruda realidad y te dirige hacia un momento en el que te ves obligada/o a bajar de esa maravillosa nube. Ése es el momento oportuno para tomar decisiones, para valorar si esa relación puede avanzar hacia un amor sereno en el que ambas partes se preocupen por el bienestar de los/as tres (una persona + la otra + la pareja que forman entre ambas). O si esto no es posible es el momento de que cada una siga su camino. Lo complicado no es enamorarse, lo complicado es amar bien.
Fernando Alonso
Experto Universitario en Sexualidad Humana.
Máster en Promoción de la salud sexual.
Miembro de la AES www.aes-sexologia.com
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